Las Vacas Sagradas: Mack Sennet


El primer largometraje cómico realizado en Hollywood y el primer –y a la postre, único- largometraje dirigido por Mack Sennet, El Idilio Roto de Tillie (Tillie’s Punctured Romance, EU, 1914), está protagonizado por Charles Chaplin, pero él no es la figura principal del filme. Pero vayamos por partes.

Estamos en 1914. Para entonces, el canadiense Mack Sennet era una de las figuras centrales de lo que luego sería llamado Hollywood, al lado de su primero jefe y luego compañero D. W. Griffith, con quien había trabajado en la Biograph durante tres años como actor, guionista y director, de 1908 a 1911. Ya aprendido el oficio, Sennet fundaría su propia compañía, la celebérrima Keystone, en donde iniciaron su carrera todos los comediantes hollywoodenses importantes de la época, a excepción de Keaton, Laurel y Hardy, y en donde produciría varios centenares de filmes de uno o dos rollos (es decir, de 10 a 20 minutos de duración). El número de cintas realizadas bajo los auspicios de Sennet en la época de la Keystone Company se cuentan por miles, aunque se sabe que “sólo” dirigió unas doscientas y sólo un largometraje: El Idilio Roto de Tillie.

La película, que puede ser vista en dos ediciones –una de 73 minutos y otra, restaurada, de 9 minutos más-, muestra a un Sennet muy depurado en sus temas, personajes y escenarios y, al mismo tiempo, a un cineasta a veces torpe, a veces limitado, en sus recursos narrativos. Unos pocos años después, el más aventajado de sus alumnos, Chaplin, superaría con creces al maestro.

El gran cinecrítico James Agee dividió los filmes de Sennet en dos tipos: parodias mezcladas con slapstick y comedias alocadas de slapstick puro. El Idilio Roto de Tillie es de la primera clase. Se trata de la adaptación fílmica de una pieza teatral muy exitosa que había sido escrita especialmente para la actriz de vaudeville Marie Dressler (esta mujer había sido, por cierto, la primera persona que ayudó a Sennet en el ambiente artístico: en 1900 el joven canadiense llegó a Nueva York a pedirle chamba al célebre empresario teatral David Belasco y lo único que traía en la mano era, precisamente, una carta de recomendación de Miss Dressler).

La trama de la obra musical era simple: una ingenua mujer de campo, Tillie, es engañada por un timador citadino, quien se la lleva a la gran ciudad en donde sufrirá las de Caín por ser tan crédula, pues su dizque fiel enamorado tiene una amante. En el filme, la pueblerina Tillie es, por supuesto, la voluminosa Marie Dressler –quien se acercaba a los 50 años en esta cinta-, el estafador es Chaplin –que no es ningún vagabundo y que no lleva su característico mostacho- y la bella amante de éste es interpretada por la infalible Mabel Normand. El papá de Tillie es el viejo conocido Mack Swain y otro habitual en las cintas de Sennet, Chester Conklin, aparece interpretando tres papeles.

Sennet decidió, pues, rodear de sus actores más confiables a la veterana teatral Dressler, quien con este filme debutaría en la pantalla grande, iniciando así una destacada carrera fílmica que la llevaría, incluso, a ganar el Oscar años después. En la película, Dressler da muestras de lo que era una buena actriz de vaudeville en ese tiempo, en especial en la extensa secuencia en la que, sonsacada por Chaplin, se emborracha, y empieza a bailar con quien se deje. Así llegará a la comisaría –su “fiel” amante la dejó en un restaurante sin pagar la cuenta- en donde se pondrá a bailar con los torpísimos Keystone Cops, quienes nada pueden hacer por controlar tamaña mujerona.

La cinta se siente mal hilvanada: Sennet, decíamos arriba, era experto en el slapstick y cuando éste se desataba (es decir, cuando la gente corría, chocaba, se golpeaba, caía al mar o en una zanja…) no había quien pudiera ganarle. El problema es que El Idilio Roto… no dura los 10 ó 20 minutos de rigor sino más de una hora y, por supuesto, es imposible sostener una acción tan frenética durante tanto tiempo. Es aquí donde adquiere sentido los choques que empezarían a tener Sennet como productor y Chaplin como estrella y director poco tiempo después: mientras que el primero privilegiaba el corte rápido y constante -a tal grado que había ocasiones en que uno dudaba si dos personajes estaban ocupando el mismo espacio-, el segundo quería hacer las cosas con más cuidado, montando gags visuales más complejos en los que interactuaban los personajes con el entorno y con otros personajes. El primer enfoque, el de Sennet, funcionaba, por supuesto, a fuerza de yuxtaponer imágenes y acciones, pero Chaplin demostraría que tenía razón cuando, con el paso del tiempo, los más grandes comediantes siguieran el camino trazado por el cineasta inglés y no el del canadiense.

El Idilio Roto de Tillie está formado por varios cuadros sucesivos: la conquista de Tillie por parte de Charlie, la llegada de los dos a la ciudad, la traición de él cuando Mabel entra a escena, la caída en el arroyo por parte de Tillie, el súbito cambio de su fortuna cuando un tío millonario muere dejándole todo su dinero a ella, el regreso de Charlie al redil de Tillie para aprovecharse de los millones de su “amada esposa”, el descubrimiento de Tillie que Charlie sigue engañándola con Mabel, la aparición del tío que no estaba muerto sino andaba de parranda y, finalmente, la típica persecución por las calles de California hasta llegar a las playas de Santa Mónica, en donde los Keystone Cops –tan ineptos como nuestros cuicos nacionales, pero nunca igual de graciosos- caen al agua con todo y autos. El final feliz tiene un insólito regusto feminista: convencidas que el timador Charlie no sirve para nada, Mabel y Tillie se hacen amigas, mientras Chaplin es llevado a la cárcel.

El filme tiene una importancia histórica inobjetable, y no sólo por ser, repito, el primer largometraje cómico realizado en Hollywood, sino porque representa un espléndido caso de estudio de las virtudes y las limitaciones del estilo Sennet, además de un ejemplo perfecto de sus intereses como cineasta, productor y hombre de negocios. Que la apuesta de Sennet por el largometraje no le satisfizo fue claro –esta fue la única película de largometraje que dirigió y no produjo muchas más después-, pero que estaba en el camino correcto es más claro aún: unos meses después se estrenaría El Nacimiento de una Nación (Griffith, 1914), un largometraje de tres horas, que cambiaría la historia del cine no sólo como arte sino como industria.

Hay otra razón más para revisar esta película: en este largo texto he señalado a Sennet como un artesano fílmico rudo y hasta poco sofisticado, pero creo que he sido injusto. Es cierto, el mejor Sennet es inferior a un regular Chaplin, pero en El Idilio Roto de Tillie hay una escena notable que prefigura algunos grandes momentos del propio Chaplin o, incluso del más arriesgado Keaton: se trata de la escena en la que Charlie y Mabel, habiéndole robado el dinero a la ingenua Tillie, entran al cine a ver una película llamada El Destino de un Ladrón. En la cinta, unos crecientemente inquietos Charlie y Mabel ven como unos inescrupulosos timadores, hombre y mujer como ellos, le quitan todo su dinero a una pobre pueblerina, como Tillie.

Así, de repente, la trama que acabamos de ver en la pantalla fílmica es vista por los dos personajes en su propia pantalla fílmica. Más aún: los transas que ven Charlie y Mabel en la película son detenidos por un detective y, cuando voltea Mabel hacia a un lado, su vecino de asiento en el cine… ¡es un detective!

Y eso que dicen que el cine de Sennet era poco sofisticado.


El Idilio Roto de Tillie está disponible en DVD y en youtube, dividido en varias partes.

Comentarios

Joel Meza dijo…
O sea, ¿como si cualquiera de nuestros procuradores se sentara a ver El Padrino? N'ombre, el que me ví sofisticado fui yo. Más bien como si se sentaran a ver Lo Negro del Negro.
No sabía (por supuesto) ésto de Sennet. A buscarla.

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