Al Límite del Terror


Un once de marzo de 1989, el estudiante de medicina Mark Kilroy, criado en una devota familia católica, pasa la frontera de Estados Unidos hacia Matamoros, para pasar un fin de semana de juega. En la madrugada del quince de marzo, los tres amigos que acompañaban a Mark vieron como el muchacho era abordado por un lugareño que lo invitó a pasear en su camioneta. Mark estaba demasiado borracho como para decir que no y menos pudo evitar que un par de tipos lo cargaran en vilo y lo metieran a la camioneta. Un mes después, el 11 de abril de 1989, policías federales y miembros del ejército catean el rancho Santa Elena, en donde se sospechaba que se escondía un grupo de narcotraficantes. Lo que encontraron en el ranchito fue un poco menos convencional: los restos de una docena de cadáveres mutilados –entre ellos el del joven Kilroy-, aparentemente sacrificados en ritos de santería. Este fue el inicio de uno de los mayores casos de nota roja de de fines de los 80 en México: el de los célebres narcosatánicos, liderados por el cubano Adolfo Costanzo y la mexicana Sara Aldrete.

El tema le dio batería al amarillismo nacional durante meses, inspiró a Barry Gifford para que escribiera su novela Perdita Durango –convertida en película por Alex de la Iglesia en 1997-, dio pie a varios filmes y videohomes mexicanos –en la IMDB encuentro por lo menos un título: Narcosatánicos Diabólicos (1991), de Juan José Munguía- y, ahora, se ha estrenado con dos años de retraso, la coproducción méxicoamericana Al Límite del Terror (Borderland, México-EU, 2007), filmada enteramente en locaciones y estudios de la frontera norte (Tecate, Rosarito, Tijuana, Ensenada y puntos intermedios).

El segundo largometraje de Zev Berman (opera prima Briar Patch/2003, no vista por un servidor) es un entretenido pastiche que no tiene el menor empacho en apropiarse de la exitosa fórmula hostalera (Roth, 2005 y 2007) para aderezarla con los clichés típicos de las slasher-movies setenteras y una orillita de thriller policial liberaloide. No es más que una modesta pero muy visible película de género que no mereció estreno en grande en USA, pero que aquí podemos ver en pantalla grande debido a que la mitad del reparto es nacional y, supongo, porque una de las productoras es nada menos que Elisa Salinas, de TV Azteca.

El guión escrito por el propio cineasta en colaboración con Eric Poppen toma los elementos básicos del caso ya descrito –el asesinato de un jovencito católico estadounidense, la nacionalidad cubana del líder narcosatánico, las referencias clarísimas a la santería (nganga y Palo Mayombé incluidos)- y los incrusta en un par de fórmulas genéricas. Así, de las slasher-movies y del primer Hostal, Berman toma la personalidad de los tres amigos protagonistas que cruzan la frontera desde Texas hacia el ficticio pueblo mexicano de Manzanita: el sacrificado inocente Phil (Rider Strong), el cínico materialista Henry (Jake Muxworthy) y el serio, centrado y generoso Ed (Brian Presley), quien no termina de cruzar la línea cuando ya está haciendo migas con cierta bartender bilingüe de no malos bigotes (Martha Higareda). Mientras que del thriller liberal, Berman toma la subtrama en la que un honesto judicial mexicano, Ulises (Damián Alcázar correteando la chuleta), busca al líder narcosatánico Santillán (el cantante chileno Beto Cuevas) para vengarse del brutal sacrificio de su “pareja” –en el sentido policial del término, no vaya usted a creer- José María Yazpik. Así pues, mientras todos voltean hacia otra parte por miedo o por corrupción, el Ulises de Alcázar, el único policía honesto que hay en todo México, le ayudará a los dos gringuitos babosos a encontrar a Phil, su amigo secuestrado.

Berman tiene oficio para el gore –la secuencia inicial, en la que Yazpik es brutalmente torturado, no está mal ejecutada-, maneja bien los resortes más obvios del suspenso y logra unas interpretaciones uniformemente competentes de todo el reparto, en especial, debo decir, de los varios actores mexicanos (Roberto Sosa, Humberto Bustos, Elizabeth Cervantes, Marco Bacuzzi) que, como malosos psicópatas y narcosatánicos debieron haberse divertido como gente chiquita (vulgo: enanos). En otras palabras, un palomazo con moronga incluida.

Comentarios

Joel Meza dijo…
... qué machetote tiene esa chamaca...
En una escena clave de la película, el matón mayor se agacha y le susurra a la víctima del próximo sacrificio:

"Sin dolor no te haces feliz
sin dolor no te haces feliz
sin amor... lentamente"
Jossy Meza dijo…
Bueno, las cintas palomeras tienen su encanto también. Cosa de ser lo suficientemente zen como para buscar el equilibrio...y claro, si en la cinta aparece una chamaca de no malos bigotes, pues que mejor.

Saludos.
Jojojo, qué referencia tan "oscura" la del duende, jajaja.
Joel Meza dijo…
Y en otra escena clave, Martha Higareda se agacha y le susurra a la víctima: "¿traes chiclitos?"
No Joel. ella es buena (y sí, también lo está), así que le susurran a ella.
Joel Meza dijo…
Ah, ya identifiqué a la chamaca del machetote... n'ombre, qué Martha Higareda ni qué nada. Ahora definitivamente sí veo esta película en la pantalla grande.

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