Hoy en el 29 Foro.../III


Los Herederos (México, 2008), segundo largometraje documental de Eugenio Polgovsky (notable Trópico de Cáncer/2004, ganador del Ariel 2005 y Mejor Documental en el FICCO 2005) plantea, sin chantajes sentimentales de por medio, la compleja realidad del trabajo infantil en México.

Desprovista de toda narración en off, sin letreros explicativos de ninguna especie, sin oportunistas choros políticos, la cinta de Polgovsky muestra, a lo largo de 90 minutos, lo que hacen varios niños de diferentes edades –desde lo que apenas caminan hasta los que ya empieza a arañar la adolescencia- cuando trabajan de Sol a Sol en los campos, en las montañas, en los llanos, en los valles, de Sinaloa, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Puebla, Nayarit... En todo este México que Vive (¡Vive México!) en los spots televisivos, para acabar pronto.

La cámara, manejada por el propio cineasta –que también produjo y editó el filme- sigue a todos estos niños que se levantan al alba a dar de comer a los animales de corral, van a buscar cierta chiva pinta que se perdió, recogen tomates que seguramente se exportarán, se echan a la espalda un hato enorme de leña, cortan caña a machetazo limpio, aran briosamente la tierra, trituran maíz, cargan escombro y lavan platos, todo ello sin parpadear, sin protestar, sin pegar de gritos.

Al contrario: los niños ríen y bromean y, de vez en vez, atisban de reojo a la cámara como pidiéndonos perdón, como en esa escena clave en la que un pequeñito se tropieza y deja caer la leña que está cargando para luego voltear hacia nosotros, mudo, avergonzado, por ser tan torpe.

Al ver en todo lo que trabajan estos escuincles desde que amanece hasta que llega la noche, es inevitable hacerse la pregunta: ¿cuánto de lo que hacen estos niños podríamos soportar nosotros, los clasemedieros que estamos sentados frente a la pantalla de cine? Yo sé que no haría ni la décima parte y que esos chilpayates no deberían hacer nada en un país mínimamente decente.

Eso sí, al final, esos mismos niños todavía tienen energía para jugar, en un camino pedregoso, a las guerritas con sus percudidas camisetas convertidas en látigos. La infancia, incluso en esas condiciones, sigue siendo infancia.

Comentarios

Bah...sin ánimo de ofender a nadie, una de esas películas que todo mundo alabará de aquí hasta el final del año y que a mí me dejó indiferente.
aldo álvarez dijo…
espero que reciba partida comercial pronto. de lo mejor de la década en cine nacional, creo.
Josafat M. dijo…
Qué chingón escribió el último párrafo.

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