Distrital/IV y último


Vista en Guadalajara 2009 -fue la última cinta que vi, aunque no escribí de ella por cuestiones de tiempo-, Líbano (Lebanon, Israel-Francia-GB, 2009) regresa a las salas mexicanas, pero ahora en Distrital, esperemos que como mero preámbulo a su estreno comercial en todo el país -ya sé, ya sé, pero se vale soñar, qué caray.
Ganadora del Leon de Oro en Venecia 2009, la opera prima de ficción del casi cuarentón Samuel Maoz, es una intensa y claustrofóbica cinta bélica cuya acción ocurre, casi en toda la hora y media de duración de la película, en el interior de un chirriante, caluroso, asfixiante, tanque de guerra. De hecho, cuando la cámara se digna ver hacia el exterior, lo hace precisamente sólo a través de los ojos de los personajes que ven a través de la mira del tanque. Lo que ven ellos es lo que vemos nosotros y no es nada agradable: destrucción, violencia, caos y muertos. Muchos muertos: cadáveres, cadáveres y más cadáveres.
El interior, filmado por Giora Bejach, no es más alentador: se trata de una interminable sucesión de primeros planos en la que no vemos más que rostros deformados por el miedo, el horror, la ira, el desconcierto. El tanque, además, parece tener vida propia: los sonidos del aparato no cesan, el aceite gotea continuamente, el vapor sale de todos los rincones... A ratos parece que estamos en un filme de horror y no en uno de guerra. ¿O será que la guerra es el único, auténtico, horror?
La cinta inicia el 6 de junio de 1982, el primer día de la guerra en Líbano. En el tanque de marras van cuatro soldados con nula experiencia bélica: el comandante Assi, el conductor Yigal, el disparador Schmulik y el renegado Hertzel. Ninguno de los cuatro sabe bien a bien lo que tienen que hacer, las órdenes recibidas por el radio son oscuras y las milicias falangistas que, se supone, están del lado suyo, muy pronto queda evidente que no podía interesarle menos la suerte de esos atemorizados veinteañeros que fungen como víctimas pero también -y eso Maoz lo deja muy claro- como victimarios.
Maoz, veterano de esa guerra precisamente, ha realizado un filme bélico impresionante. En él no hay heroicidad de ningún tipo porque es claro que nadie puede reclamar el papel de héroe en el interior de un temible monstruo de hierro como en el que avanzan los cuatro soldados. Pero aunque estuvieran afuera: la guerra es la misma, el horror es igual y la muerte los cubre a todos.

Líbano se exhibe hoy viernes a las 20:30 en la Cineteca Nacional

Comentarios

Joel Meza dijo…
Me gustan mucho las películas gringas sobre la segunda guerra mundial que se hicieron en los 50s y 60s; disfruto mucho del heroísmo como se presenta en esas películas. Pero conforme he ido creciendo, las encuentro cada vez más lejanas de la realidad; creo que funcionan más bien como parábolas que como recuentos de hechos históricos.

Cuando se estrenó La Caída del Halcón Negro, recuerdo que tuve que tomar un break de películas bélicas, precisamente por lo que apuntas de ésta: "nadie puede reclamar el papel de héroe [...] la guerra es la misma, el horror es igual y la muerte los cubre a todos."
A partir de entonces me cayó un veinte acerca del cine bélico/antibélico que no creo que termine de salir de la alcancía alguna vez.
Tal vez la excepción al cine de los 50/60 que mencionas es el de Fuller y, por supuesto, obritas maestras como Patrulla Infernal, de Kubrick.
Perelman dijo…
-Acabo de ver el trailer de Lebanon en Youtube. Se ve interesante.

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