Baarìa


Debo confesar que, aunque disfruté mucho, en su momento, la oscareada Cinema Paradiso (1988) -por lo menos la versión estrenada en México, que fue de 124 minutos-, Giuseppe Tornatore no es un cineasta que yo haya seguido con interés. No me molesta su sentimentalismo -esto no es un defecto, sino una característica, como la vulgaridad-, pero nunca lo he visto como un autor que tenga algo realmente importante qué decir. Es un buen artesano y es capaz de mantener el interés del espectador durante buena parte del tiempo, pero su obra nunca me ha convencido del todo. Vamos, no me molesta pero tampoco me entusiasma.
No he visto su opera prima Il Camorrista (1986) pero sí Todos Estamos Bien (1990), el filme que siguió al éxito mundial de Cinema Paradiso. Y aunque este inconfesado remake de Historia de Tokio (Ozu, 1953) se sostenía por sí mismo -y más con la presencia protagónica de Marcello Mastroianni-, la realidad es que la película no pasaba de ser un buen melodrama gerontofílico/familiar y nada más. Cuando volví a revisar un filme de Tornatore, diez años después, me encontré con la detestable Malena (2000) -me refiero a la película, no a Monica Bellucci, but of course- y me convencí que no me había perdido de nada al no seguir con cuidado la filmografía de cineasta italiano. Su siguiente cinta, La Desconocida (2006), fue mucho mejor: un convencional melodrama femenino aderezado con buenas dosis de suspenso hitchcokiano. Parecía, pues, que Tornatore era capaz de explorar otros terrenos pero su más reciente filme, Baarìa: Amor y Pasión (Baarìa, Italia-Francia, 2009), nos regresa a la realidad. Me refiero a la realidad de los límites de Tornatore.
Un saga familiar semiautobiográfica escrita por el propio Tornatore, la cinta sigue la vida de tres generaciones de la familia clasemediera Torrenuova, que vive en el pueblo siciliano de Bagheria, conocido popularmente como Baarìa. El filme inicia en los años 20, con el inminente ascenso del fascismo, y termina a finales del siglo XX, cuando el joven equivalente al propio Tornatore deja el pueblo para irse a la gran ciudad a ganarse la vida y, se entiende, a convertirse en cineasta.
Tornatore no aburre. Es cierto, su película pasa innecesariamente de las dos horas y hay personajes que bien pudieron haberse eliminado sin haber dañado la cinta -por ejemplo, la adivina y su monotemático hijo-, pero también es cierto que el manejo de las transiciones entre una época y otra son tan funcionales como elegantes, que todo el reparto se mueve en los fellinescos terrenos del regocijante exceso actoral -a ratos la sombra de Amarcord (1973) resulta abrumadora- y que la ambientación de época es, previsiblemente, impecable.
No falta el autoplagio cinefílico -el joven comunista Peppino (Francesco Sciana), futuro padre de Tornatore, se roba a su novia Mannina (Margareth Madè) inspirado por una película con Fred Astaire- ni las consabidas dosis de sentimentalismo, marca de fábrica de Tornatore, si es que existe una. Sin embargo, lo único realmente chocante -por lo menos para mí- fue el coqueteo realista-magicoso del final. Yo aguanto bien la melcocha, pero no soporto los devaneos dizque poético-fantásticos. No en el cine, por lo menos.

Comentarios

ESTIMADO AMIGO DIEZMARTINEZ, LAS MANIFESTACIONES CULTURALES DE LOS PUEBLOS, LLEVAN LA IMPRONTA DE SU IDIOSINCRASIA, EL PUEBLO ITALIANO ES EN SUS EXPRESIONES MELODRAMÁTICO, CON UNA CARGA, SIEMPRE, DE NOSTALGIA POR EL PASADO FAMILIAR. TORNATORE ES ESA IMAGEN EN SUS FILMES, LA QUE HUMANIZA SUS PERSONAJES, Y LOS HACE TAN COMUNES COMO TÚ, Y YO.
UN ABRAZO QUERIDO AMIGO
Abuela: Gracias por volver a los comentarios. Como apunté, creo que el sentimentalismo no es un defecto, necesariamente, sino una característica. En México hubo un cineasta claramente sentimental de la llamada "época de oro" y no por ello menos importante: Ismael Rodríguez. Un abrazo de retache desde México.
Joel Meza dijo…
Chin, pues lo que cuentas de la película me suena exactamente a Cinema Paradiso, así que no me rasgaré las vestiduras porque no la traigan al rancho.
Cinema Paradiso la disfruté mucho mientras la veía, igual que tú... excepto al final, cuando terminaron los créditos (la ví en VHS, recién estrenada en video) y apareció ese brevísimo epílogo del reencuentro, que me echó a perder toda la experiencia previa.
rojasconbotas dijo…
Poetico-fantastico no lo soportas?
Y que me dices de Fanny y Alexander. Espero haber entendido bien a lo que te referias, y espero tambien que me entiendas con lo que he querido decir, jajaja.
Saludos.
rojasconbotas: Ah, pero a Bergman sí le sale: lo poético-onírico (Fresas Silvestres) o lo poético-fantástico (Fanny y Alexander). Tampoco abusa de esos momentos, habría que decir. Por eso funciona.
Abraham dijo…
Lo engañoso de las "tres generaciones", es que uno imagina que va a ver algo en la onda de "Sunshine" y pues no, aquí uno sigue a papá Tornatore casi todo el tiempo.

Demasiado ambiciosa creo yo, no estaba listo para dirigir semejante cantidad de extras o controlar semejante producción, aunque no sé quien más se hubiera atrevido a filmar eso, el tipo recrea su propia ciudad.

Algo le faltó, y aún asi no puedo negar que me encantó este intento de locura fellinesca. Al menos producción si hay.

Con eso de la melcocha, igual y entonces ya no le gusta la de Eastwood, aunque ahi es más bien un romanticismo hollywoodense, pero igual poético-fantaseoso.
Abraham: Baarìa se deja ver. En lo personal, no me aburrió y mira que no es corta. Un Fellini light con gran producción: eso es Baarìa.
Anónimo dijo…
no es mucho, pero creo que lo mejor de tornatore puede verse en el hacedor de estrellasz. no acaba de sacudirse la credulidad, pero es buen ejercicio de desencanto. y pues ni modo de revisitar a tornatore, ¿o sí?

saludos,
gabo.
Hola, gabo. No he visto El Hacedor de Estrellas. A ver cuando me la encuentro en algún botadero. Por ahí debe estar.

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