Indiferencia



Lo melodramas escolares con "docente milagroso" en ristre son legión. La fórmula es más o menos la misma: llega un nuevo profesor a una clase particularmente dificil y gracias a sus buenos oficios logra transformar la vida de alguno o algunos de sus estudiantes. Indiferencia (Detachment, EU, 2011), el más reciente largometraje de Tony Kaye (Historia Americana X, 2011), sigue esta ruta concientemente. Al final del camino, los resultados son mixtos: el drama escolar se siente genuino aunque la sobre-estilizada puesta en imágenes de Kaye termina, a veces, boicoteando la fuerza de la historia.
El joven profesor sustituto Henry Barthes (Adrien Brody) llega a una prepa de Queens en la que parecen estar matriculados los peores alumnos del este de Estados Unidos. El que no es un proto-serial killer mata-gatos es un violento pandillero intimidante, una suicida en potencia o una vulgar exhibicionista que, además, tampoco tiene mucho qué exhibir. La directora (Marcia Gay Harden) está a punto de ser jubilada/despedida y su equipo de profesores no quieren otra cosa más que sobrevivir al final del día. A este ecosistema llega Barthes, un sustituto perenne -valga el aparente oximoron-, pues el nuevo profesor de literatura no ha querido quedarse en ninguna escuela de manera permanente: es claro que quiere estar al margen, no involucrarse con nadie, no comprometerse con nada. Por lo mismo, me hizo ruido que, de buenas a primeras, Barthes recogiera de la calle, cual buen samaritano, a una adolescente prostituta (Sami Gayle) a la que evidentemente buscar regenerar.
La película, escrita por el exprofesor de preparatoria Carl Lund, avanza en estas dos rutas dramáticas de manera paralela: por un lado, la descripción del estado de crisis en el que se encuentra esa escuela en particular y la educación pública gringa en general; y, por el otro, la complicada vida personal de Henry, quien guarda en su memoria algún momento familiar traumático, que tiene un delirante abuelo culposo agonizando en algún asilo de ancianos y, para rizar el rizo, a una prostituta casi niña a la que le ha dado casa y alimentación.
Si la cinta permaneciera entre las cuatro paredes de la susodicha high-school de Queens sospecho que sería más poderosa. De todas formas, así como está, Indiferencia se sostiene razonablemente bien en su rabiosa denuncia de un sistema educativo quebrado en el cual los padres de familia no están presentes o no son de ninguna ayuda, las presiones burocráticas ahogan cualquier intento de mejora, los maestros prefieren nadar de muertito y los alumnos no le encuentran mucho sentido a estar en un salón de clases escuchando palabras que no entienden.
Como apunté al inicio, Kaye opta por una puesta en imágenes efectista -entrevistas iniciales con profesores de verdad, testimonial fictio y redundante del profesor Barthes, narrativa fragmentada que avanza a trompicones, animaciones en gis que sirven de comentario de lo que vemos en pantalla- que, por lo menos a mí, me dejó la sensación de que no confiaba en la historia que estaba contando. En este tipo de melodramas, tengo la convicción de que menos siempre es más. Pero, claro, es mi convicción. No la suya.

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