Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCXLI

La Casa Silenciosa (Silent House, EU-Francia, 2011), de Chris Kentis y Laura Lau. Supongo que funciona mejor si uno no ha visto la cinta original uruguaya, La Casa Muda (Hernández, 2010). Como yo sí la vi y, de hecho, escribí de ella por acá, este remake me pareció una mala imitación en todos los sentidos. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado.

Valiente (Brave, EU, 2012), de Mark Andrews, Brenda Chapman y Steve Purcell. Como mañana aparece publicado aquí mismo un texto sobre el décimo-tercer largometraje de la casa Pixar, no diré más que, en efecto, no es lo mejor de Pixar pero tampoco es el fracaso que algunos han afirmado.

Cuando Duele el Corazón (Beautiful Boy, EU, 2010), de Shawn Ku. Hay un viejo cliché del thriller -que a veces aparece en el cine de horro o en el cine de aventuras- que cuando una pareja matrimonial está en crisis, basta que marido y mujer estén bajo amenaza -de unos malandrines, de un serial killer, de unos dinosaurios sueltos- para que los antiguos enamorados se reconcilien. Esto viene al cuento porque me fue imposible olvidar este cliché al ver Cuando Duele el Corazón, opera prima de Shawn Ku, presentada en San Sebastián 2010 y premiada con un FIPRESCI en Toronto 2010.

El corazón dramático de la cinta tiene que ver con la manera en que lidia una distanciada pareja matrimonial a punto del divorcio (Maria Bello y Michael Sheen) con el asesinato en masa cometido por su hijo dieciochoañero (Kylle Gallner) quien, en un malhadado día, se levantó muy temprano, salió de su dormitorio de su residencia universitaria y masacró a una veintena de sus compañeros y maestros para luego él mismo darse un tiro. 

"¿Por qué pasó eso?", "¿qué hicimos mal?", "cómo es posible que nuestro niño bonito -como dice el título en inglés- haya cometido tal atrocidad?", "¿por qué no nos dimos cuenta que algo malo estaba sucediendo con él?", etcétera, etcétera, etcétera, empiezan a cuestionarse/reprocharse uno al otro, mientras huyen de la casa, de la prensa, del trabajo, de sí mismos y de sus broncas no resueltas. La cinta es lo suficientemente inteligente como para negarse a dar una respuesta a todas esas preguntas, pues los errores que pudieron haber cometido ellos con el hijo -cierto distanciamiento emocional por parte de él, cierta actitud mandona/sobreprotectora por parte de ella- no se proponen como explicación ni, mucho menos, justificación de la horrenda matanza.

Sin embargo, creo que fue un craso error -el guión fue escrito por el propio cineasta en colaboración con Michael Armbruster- el haber planteado que la pareja estaba ya prácticamente separada y a punto del divorcio, pues el desenlace de la cinta lo sentí dramáticamene pobre, con la sentida reconciliación de los devastados papá y mamá que, se entiende, al final de cuentas se tienen uno al otro. Así pues, pareciera que lo que necesitaban para arreglar sus problemas maritales era que el hijo saliera a matar a una veintena de estudiantes/maestros. Una resolución que, en mi opinión, termina saboteando lo mejor del filme que es, precisamente, las preguntas que ellos se plantean y no pueden responder. 

Eso sí, se trata de un melodrama muy controlado en su ejecución -cámara en mano permanente, encuadres siempre cercanos a los actores- y con un par de actuaciones notables por parte de Bello y Sheen. Además, la cinta resulta ser trágicamente pertinente en estos días.