El cine que no vimos/XLVI



Exhibida en México en Distrital 2012 y en otros festivales por aquí y por allá -estuvo este año en el BAFICI, en Valdivia y en San Sebastián-, La Casa Emak Bakia (España, 2012), opera prima de Oskar Alegría, es un vivificante juego cinematográfico dirigido por el azar, pero el resultado no es, para nada, azaroso. Es decir, aunque el filme de Alegría parece impulsado por el mero capricho, por la digresión más arbitraria, por la puntada más absurda, hay un misterioso orden que acomoda a la perfección todo lo que vemos. Es más, como alguien por ahí lo afirma en algún momento del filme, estamos ante una fascinante muestra de "cine accidental". Yo agregaría, además, que se trata de un accidente feliz.
El filme surge a partir de un misterio y de una búsqueda. En 1926, el artista estadounidense dadaísta/surrealista Man Ray realizó, en algún lugar cercano a Biarritz, una película-poema de 18 minutos llamada, precisamente, Emak-Bakia (1926). Alegría quiere saber con exactitud en dónde se filmó y, más específicamente, en que casa estuvo viviendo Ray durante esos meses, pues sabe que ese sitio se llamaba, precisamente, Emak-Bakia que en vasco significa "Déjenme en paz". El asunto parece sencillo: después de todo, en esa zona franco-vasca, todas las casas junto a la playa llevan un nombre. Bastará, se dice Alegría, ir a revisar los archivos históricos de Biarritz para encontrar el sitio en el que fue realizado el legendario filme-poema de 1926. Pero no, el asunto no resultará tan simple:  en los archivos de la ciudad no aparece ninguna casa nombrada así. El cineasta/detective no se arredra: tiene una sola pista -unos fotogramas del filme de Man Ray en el que se ven partes de la casa- y eso es más que suficiente. Decidido a que siempre será más interesante el camino que la meta, Alegría -qué apellido tan pertinente para este filme, caray- decide ir en busca de la misteriosa casa. Gracias a esa búsqueda, Alegría ha realizado uno de los más encantadores documentales -¿o de plano el mejor?- que he visto en el año.
La búsqueda de Alegría lo lleva a visitar la tumba de Ray, cuya leyenda en la lápida -"Despreocupado, pero no indiferente"- se convierte en una suerte de apotegma para el cineasta. La búsqueda de la casa la realiza de forma juguetona, despreocupada, pero nunca indiferente a lo que está a su alrededor. Así, al visitar el panteón en donde están los restos de Ray, ve la tumba de un payaso, lo que lo lleva a una digresión sobre Fellini y a una visita a un circo que se encuentra presentando un espectáculo en la ciudad. Luego, en un paseo por la campiña francesa, se topa con un árbol solitario pero nunca triste porque, aunque usted no lo crea, el árbol de marras chifla cuando el aire se encuentra con su tronco, con sus ramas. Otra pista lo lleva a hacerse de una postal antiquísima y un mensaje tan abierto como misterioso: "¿Te estás portando bien?". Alegría, feliz por cada nueva ruta que se encuentra, se va a París a visitar gráfolos, especialistas, coleccionistas. ¿Quién escribió esa postal? ¿Y a quién? En otro momento, juro que no me acuerdo por qué, hay otra digresión fabulosa sobre el sueño de los cerdos -y sí, vemos a unos cerdos durmiendo y, presumiblemente, soñando.
Finalmente, entre tantas y tan caprichosas pistas falsas, hacia la mitad del filme, Alegría encuentra la casa. En ese momento, aparece los créditos del filme y el nombre de la película que hemos estado viendo durante 40 minutos: La Casa Emak Bakia. Por supuesto, por si no había quedado claro aún, "el misterio" de la casa en la que Man Ray realizó su película de 1926 ha sido un mero pretexto para iniciar un juego. Y cuando el juego parece que ha terminado -¡finalmente llegamos a la susodicha casa!-, resulta que vamos apenas a la mitad. 
Así pues, en la segunda mitad de la cinta, conoceremos el origen de la casa -que se encuentra en Bidar, a 7 kilómetros al sur de Biarritz-, sabemos quiénes fueron sus antiguos dueños -y conocemos a la única sobreviviente: una princesa rumana de 92 primaveras y prima de Vladimir Nabokov-, vemos el uso que la casa tiene ahora -lugar de descanso de un sindicato de aviación-y, fiel al dictum de que es mejor el camino que la meta, Alegría seguirá recopilando momentos e imágenes -que incluyen la mágica reproducción en pantalla dividida de algunas escenas de la original Emak Bakia de Ray- hasta que finaliza topándose con una auténtica sorpresa y en una frase que resume el sentido último de esta película-juego: "Estoy bien vivo". Oh, sí: tan vivo como el cine.

Comentarios

Dan Campos dijo…
Sin lugar a dudas, un documental altamente recomendable. A nivel personal me pareció lo mejor de Morelia, quizás porque me dejó con una tremenda sonrisa al finalizar, a diferencia de otras cintas que quizás estuvieron mejor hechas, pero con temas deprimentes.

¡Gracias por la recomendación! Saludos, Ernesto.
Sí, cierto, Dan. Te deja de buen humor porque no deja de jugar nunca la película con su tema y sus digresiones.

Entradas populares