Grandes Héroes



Grandes Héroes (Big Hero 6, EU, 2014), el más reciente largometraje animado de la casa Disney –sin Pixar, a no ser la producción ejecutiva de John Lasseter- es una genérica cinta de súper-héroes en la que un adolescente gringo de origen japonés llamado Hiro, utiliza al robot-enfermero Baymax, creado por su nerdoso hermano mayor Tadashi, para cumplir una venganza. En esta búsqueda de revancha –que, por supuesto, no se cumplirá: esta es una película infantil- acompañarán al chamaco una cuarteta de estudiantes universitarios de robótica, a los que el genio juvenil Hiro les diseñará armas especiales basadas en sus intereses e inclinaciones.
El diseño de la ciudad futura en la que se lleva a cabo la acción –Fransokyo, un híbrido arquitectónico y cultural de San Francisco y Tokio- es ingenioso, y hay por ahí una escena de persecución callejera muy bien ejecutada, pero el guión de la cinta es demasiado convencional y sigue fielmente las reglas de mostrarnos el origen de un grupo de súper-héroes –el adolescente Hiro, sus cuatro amigos universitarios y el robot Baymax: los seis grandes héroes del título en inglés- sin moverse un ápice de las fórmulas ya establecidas por el mundo de los cómics. Y, la verdad, en un ambiente cinematográfico en el que vemos media docena de películas de monitos heroicos al año, una como esta no se distingue para nada de las demás.
Al inicio, la cinta prometía un camino más original o, por lo menos, más ligero, cuando Hiro y Baymax empiezan a conocerse. De hecho, hay una escena muy graciosa en la que a Baymax –una cruza del  muñeco de Michelin  y la Eva de Wall-E (2008)- se le está acabando la batería y habla, se mueve y camina como si estuviera borracho. Los animadores hicieron tan buen trabajo en estos minutos que me hicieron recordar las actuaciones de los borrachales Chaplin y “Fatty” Arbuckle en cierto hilarante one-reeler llamado The Rounders (Chaplin, 1914).
Pero en cuanto inicia la acción, lo poco que se había ganado en novedad se pierde. Aparece un villano misterioso sacado de la manga, los enfrentamientos se suceden sin que haya en ningún momento un sentido de urgencia en la historia y, por más que el discurso moral del filme sea irreprochable (la venganza es mala, hay que saber lidiar con las pérdidas, hay que crecer y madurar), la intercambiable historia evita que el filme tenga el impacto que se podría haber deseado.
Aunque, claro, el susodicho Baymax puede servir para vender muchos juguetes esta próxima Navidad. A lo mejor era lo único que buscaba Disney. Ya veremos si en eso sí dio en el blanco.

Comentarios

Binak Algo dijo…
Considerando todas las películas de Disney/Pixar de este y el año pasado, vender juguetes es el único propósito que han tenido esas cintas.

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