Conducta



Conducta (Cuba, 2014), tercer largometraje de Ernesto Daranas es un muy sentido melodrama escolar centrado en la relación de una vieja profesora de primaria, Carmela (Alina Rodríguez), con dos de sus alumnos, el problemático pero noble Chala (Armando Valdés Freire) y la aplicada pero "ilegal" Yeni (Amaly Junco). Los dos chamacos no tienen una familia completa: la madre de Chala es una jinetera adicta y no hay papá a la vista, mientras que el padre de Yeni -de la mamá no se sabe nada- es un hombre honesto y trabajador, pero vive en La Habana sin permiso de la burocracia castrista -es "palestino", es decir, de Pinar del Río-, por lo que la niña está inscrita ilegalmente en la escuela. 
Carmela es una mujer que debería estar jubilada, pero no se ve a sí misma fuera de su escuela ni fuera de su salón de clases, por más que su hija y su nieto han partido fuera del país y la han dejado sola. Un padecimiento del corazón la obliga a abandonar su grupo temporalmente y en el ínter, Chala termina en la "Escuela de Conducta" del título -una suerte de reformatorio- y el papá de Yeni es descubierto por la policía que, "para que la cuña apriete...", está llena de "palestinos". Es decir, los mismos provenientes de Pinar del Río son los que acosan y extorsionan a los "ilegales".
La crítica al régimen cubano es a veces directa y hasta obvia -en algún momento Carmela responde al señalamiento de que ya lleva demasiado tiempo dando clases y que es hora de que se retire, apuntando que la gente que gobierna el país ha durado más tiempo que ella-, pero en otras ocasiones es mucho más sutil, como lo demuestra la subtrama alrededor de la estampita religiosa: la muerte por leucemia de un compañerito del salón de Chala lleva a que Yeni tome una estampita de la Virgen de la Caridad del Cobre y la coloque en el periódico mural del aula. Por supuesto, en un régimen como el cubano, esto es inaceptable: la estampita tiene que irse. Eso sí: siempre y cuando Carmela lo permita porque queda claro que el laicismo del régimen es una hipocresía más, como lo dice la misma directora de la escuela, creyente de la santería. 
Conducta es una cinta muy convencional en la forma -inicia con Carmela leyendo su despedida de la escuela y a partir de ahí sobrevienen los flashbacks explicativos- pero mucho más radical en su discurso temático. Es cierto que desde fuera la crítica al régimen puede parecer tibia y hasta timorata; sin embargo, en el contexto de la cinematografía cubana, no lo es. Y su éxito en la isla -se estrenó en enero del año pasado y duró varias semanas en cartelera- prueba que las directas e indirectas al gobierno cubano y a sus vicios -el burocratismo (¿o burocastrismo?), el autoritarismo, la hipocresía- dio en el blanco debido.  

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