60 Muestra Internacional de Cine/II

"-Orita les voy a mandar a Trump, nomás por joder".



"Dios existe. Vive en Bruselas. Es un imbécil. Maltrata a su esposa y a su hija". Esas son casi las primeras líneas que escuchamos en El nuevo Nuevo Testamento (Le tout nouveau testament, Bélgica-Francia, 2015), el más reciente largometraje del cineasta belga Jaco Van Dormael, mejor conocido en México por su muy discutible melodrama El octavo día (1996). 
El planteamiento paródico-herético es el siguiente: Dios (un espléndidamente despreciable Benoît Poelvoorde) vive en un pequeño departamento de la Bruselas contemporánea, en donde le hace la vida imposible a su esposa (Yolande Moreau), a su pequeña hija de diez años Ea (Pili Groyne, Mejor Actriz en Sitges 2015) y, por supuesto, a toda la humanidad de pasada. El tipo es un borrachales, güevón, misántropo, machista y sádico: además de provocar todas las grandes desgracias que nos aquejan -que si inundaciones, terremotos o ciclones-, se entretiene creando leyes de todo tipo, nomás por el gusto de joder. Por ejemplo, "la cantidad perfecta de sueño será siempre de diez minutos más cuando suena el despertador" o "cuando uno elige hace cola en una fila, la cola que está al lado avanzará más rápido que la que uno escogió" (esto, lo juro, es cierto casi todas las veces: ¡maldito seas, Dios!).
El chiste es que Ea ya no aguanta más los abusos del ojete de su padre, por lo que decide abandonar a Dios y venir al mundo para escribir el nuevo Nuevo Testamento del título. Así pues, con los consejos de su hermano mayor (en miniatura de porcelana) "J. C." (David Murguía), Ea hackea la vieja PC del papá, le manda por mensaje de texto la fecha de su muerte a cada ser humano y luego sale a la calle para reclutar a seis apóstoles más para que, con los 12 originales de Jesucristo, sumar 18, el número favorito de su beisbolera mamá (ya se sabe: 18 es la cantidad perfecta para que haya un juego de béisbol sin bateador designado).
La estructura del guion, escrito por el propio cineasta en colaboración con Thomas Gunzig, es inevitablemente episódica, cual re-elaboración monty-pythonesca de La Vía Láctea (Buñuel, 1969). Después del prólogo -"Génesis"- y el planteamiento de la premisa -"Éxodo"-, en el resto del filme seguimos a Ea en el reclutamiento de cada apóstol -"El evangelio según Aurélie", "El evangelio según Jean Claude", "El evangelio del obseso sexual"...- mientras el iracundo Dios busca a su rebelde hija mezclándose con nosotros y sufriendo las de Caín -es decir, sufriendo el propio mundo que él creó. 
Como suele suceder en este tipo de filmes con estructura episódica, algunos segmentos funcionan mejor que otros -el de la apóstol Martine (Catherine Deneuve) es probablemente el mejor, con sus claros ecos buñuelianos-, aunque el planteamiento feminista/herético de la película -digna del ensayista y poeta Robert Graves de La Diosa Blanca (1948)- sobrevive incólume hasta el final. La provocadora idea de un mundo mejor re-creado por la Diosa -aquí, la Madre y la Hija- y alejado de las fantochadas del cruel y sádico patriarca Dios judeo-cristiano, viene aparejada con una necesaria reflexión existencialista/humanista: ¿qué pasaría si todos supiéramos el momento exacto de nuestra muerte? ¿Reaccionaríamos como el imbécil que se graba continuamente efectuando actos suicidas, sabiendo que le quedan 60 años por vivir o trataríamos de vivir mejor nuestra vida haciéndonos responsables de cada uno de nuestros actos? La verdad, no estoy seguro qué haríamos: Dios padre nos tiene ya muy maleados. 

Comentarios

Christian dijo…

El segmento de la chica que no tiene brazo es fenomenal también. Cuando Ea le dice: "esta noche crearé un sueño para ti" y luego vemos ese sueño FOOOOAAAAATS!!!

Gran recomendación Ernesto. Es la primer gran gran pelicula que veo este 2016 junto con Son of Saul.
Ana Mariett dijo…
Ernesto, yo la vi ayer con ciertas dudas y salí extasiada totalmente. A la persona que iba conmigo y a mi nos pareció que tiene guiños de Marc Caro, Jean-Pierre Jeunet en Delicatessen.
Varios segmentos son una maravilla.
Gracias por esta crítica.

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