Sé lo que viste el fin de semana pasado/CCLII



Parque Lenin (Cuba-México, 2015), de Itziar Leemans y Carlos Mignon. Yesuán y Karla, hermanos y huérfanos, viven en Cuba. Para efectos prácticos, Yesuán es más que un hermano mayor: es como una especie de joven padre de la adolescente Karla. Un tercer hermano, Antoin, vive en Francia, tratando de convertirse en cantante de opera. 
Esta opera prima documental a cuatro manos de Leemans y Mignon tiene sus mejores momentos cuando logra capturar la intimidad de los tres hermanos -en realidad medios-hermanos, pues solo comparten a la misma madre, recién fallecida- que, en Cuba o en Francia, en medio de la precariedad del primer mundo o la felicidad del tercer mundo, comparten sueños y deseos similares. (* 1/2)

Llévate mis amores (México, 2014), de Arturo González Villaseñor. Desde 1995, un grupo de mujeres -la mayoría, solas- ayudan a los inmigrantes que cruzan su tierra -el pueblo veracruzano La Patrona- montados en el célebre ferrocarril apodado "La Bestia". Las mujeres, alrededor de quince, jóvenes y maduras, les ofrecen agua, comida, apoyo, aliento, a los miles de centroamericanos que buscan llegar a Estados Unidos.
Por supuesto, este documental de González Villaseñor está centrado en "las patronas", esas admirables mujeres que, sin esperar nada a cambio, por mera y simple humanidad, han ayudado a decenas de miles de centroamericanos en su paso por México. 
El documental podrá ser todo lo convencional que usted quiera en la forma, pero el fondo es genuinamente emocionante: después de todo, no es común ver tanta generosidad retratada en la pantalla grande. Nos hace recordar que "las patronas" son, también, México. (**)

Los parecidos (México, 2015), de Isaac Ezban. El segundo largometraje de Ezban es la temprana confirmación de que estamos viendo nacer a un auténtico autor fílmico en un terreno genérico poco habitual en el cine mexicano: el cine fantástico. Mi critica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado. (**)

La enviada del mal (February, EU, 2015), de Oz Perkins. Estamos en el internado femenil católico Bramford, en invierno, el día del fin de cursos. Mientras todos los padres han llegado a recoger a sus respectivas hijas, la adolescente más crecidita Rose (Lucy Boyton, recién vista en la encantadora Sing Street/Carney/2016) y la más pequeña Kat (Kiernan Shipka, la exSally Draper de la teleserie Mad Men/2007-2015) tienen que quedarse unos días más mientras llegan por ellas. Mientras tanto, muy cerca de ahí, otra jovencita llamada Joan (Emma Roberts) es recogida en la carretera por una pareja madura (reaparecido James Remar y Lauren Holly) que se dirige al pueblo en donde se encuentra, precisamente, Bramford. Está por demás decir que el destino de las tres adolescentes ya mencionadas está íntimamente ligado.
El oscuro actor secundario Oz Perkins -hijo de su señor padre, el mundialmente conocido Anthony Perkins- ha debutado con el pie derecho con este notable filme de horror. Perkins y su equipo logran crear un ambiente de auténtica tensión minimalista en la primera parte, para luego pasar a algunos momentos de sangriento slasher muy bien ejecutados. Además, la dirección de actores -más bien, actrices- es impecable, especialmente en el caso de Miss Shipka, en cuyos pequeños hombros descansa buena parte del peso de la historia.
Por cierto, en lo que respecta a la historia -escrita por el propio director Perkins-, en cuanto menos sepa, mejor. Baste decir que el centro dramático está ocupado por la ausencia de amor: Kat se siente profundamente sola, lo mismo que Rose, que es abandonada por su novio cuando ella le dice que probablemente esté embarazada. En cuanto a Joan, es obvio también que está completamente sola, huyendo de algo, de alguien; buscando algo, a alguien. Ya verá usted al final si lo encuentra. (**)

Los últimos días en el desierto (Last Days in the Desert, EU, 2015), de Rodrigo García. El séptimo largometraje del apreciable artesano García (Con tan solo mirarla/2000, Almas pasajeras/2008, Madre e hija/2009, La increíble historia de Albert Nobbs/2011) es tan arriesgado como, supongo, personal.
Sobre un guion original escrito por él mismo, he aquí que  un "hombre santo" llamado Yeshua se va al desierto a ayunar, meditar y rezar, antes de entrar a Jerusalén, ciudad en la que su padre le ha encargado una tarea importante. Por supuesto, ya se imaginará a que Yeshua me refiero, quién es su exigente papá y qué desierto es. ¿No?: Yeshua es el Jesús, su papá es Dios Padre y el lugar es el desierto de Judea (en realidad, se trata de California, fotografiada de manera prodigiosa por, ¿quién más?, Emmanuel Lubezki).
En el desierto, Yeshua (Ewan McGregor, demasiado blanco y ojoazulado como para ser un pobre carpintero judío) se encontrará con un demonio que continuamente lo cuestiona (el propio McGregor con la misma vestimenta, pero con sonrisa cínica en ristre) y con una familia nuclear (Ciarán Hinds el padre, Ayelet Zurer la madre y Tye Sheridan el hijo) que, de alguna manera, sirve como primera gran prueba de las futuras responsabilidades de Yeshua y, al mismo tiempo, resulta ser un reflejo de su propia historia. Así como Yeshua trata de hacer contacto con su lejano y, según el Demonio, caprichoso Padre ("Háblame", ruega Yeshua en el desierto), el curioso adolescente de 16 años no logra conciliar sus deseos (vivir en Jerusalén, conocer el mar, viajar por el mundo) con los de su hosco padre de pocas palabras, quien quiere que viva como él en ese desierto y, por lo mismo, le está construyendo una casa de piedra para que se quede ahí, en esa tierra en la que seguramente morirá la madre.
La cinta funciona mejor cuando Yeshua y el Demonio confrontan sus ideas: un ir y venir entre el desafío chocarrero del Diablo ("Soy un mentiroso. Es verdad") y las continuas dudas humanas de Yeshua, quien en cierto momento no está seguro de ser capaz de resolver el problema que está frente a sus ojos. Y si no puede salvar a esa pequeña familia, ¿cómo podrá salvar a toda la humanidad? (* 3/4)

Justo ahora, mal entonces (Ji-geum-eun-mat-go-geu-ddae-neun-teul-li-da, Corea del Sur, 2015), de Sang-so Hong. El décimo-séptimo largometraje de Hong es, para variar, otro fascinante juego narrativo formal en la que vemos una misma historia de amor/desamor/seducción/ridículo repetirse frente a nosotros. Para variar, otra cinta valiosa de Hong. Mi crítica, in extenso, por acá. (** 1/2)

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